domingo, 29 de marzo de 2009

Los mandamientos del 10

Uno. Al fin se siente dueño de la Selección y actúa en consecuencia.


Dos. En cualquier equipo del mundo pueden convivir dos grandes jugadores, sería una herejía lo contrario. Pero a ningún futbolista de este seleccionado le sirve tanto el resonante no de Román. Ahora, espera y sabe que va a recibir la pelota y no terminará con cara de niño al que le sacaron su mejor juguete. Sus compañeros lo buscan y así lo agrandan. Los venezolanos todavía lo deben estár buscando.


Tres. Parece en otra y está en otra. Se para a un costado de la cancha, ahí desde donde conmueve al fútbol en Barcelona, y entonces parece distraído. De pronto recibe, cambia de ritmo como nadie en el mundo y muestra que su dimensión es otra... Es una especie de rayo en medio de un día despejado.


Cuatro. Mezcla un cierto desprecio y una enorme calidad en la definición del gol. Toca de zurda como si fuera un pase en mitad de cancha; engaño puro, resulta una daga genial.


Cinco. Más allá de que sea el rey del uno contra uno, le agrega sentido colectivo a su modus operandi. Así, advierte que a un partido tan cerrado sólo lo puede abrir él y lo abre; le sirve un gol a Tevez, quien pifia el cabezazo; le sirve otro gol a Tevez, quien esta vez no falla; limpia la jugada para el 3-0 con un pase sencillo y efectivo a Zanetti.


Seis. Es posible que haya sido el más comprometido con la causa, pero hay dos muestras públicas en esta goleada que realmente lo demuestran: la manera de festejar el segundo gol, un grito desaforado casi contra los carteles de publicidad; y cómo protestó un offside, marcándole a un línea que Tevez había picado desde el campo argentino.


Siete. (Si metía la última había que hacer lo que dijo Maradona: cerrar la cancha, pagar otra vez la entrada y volver). La gente se rompe las manos y le entrega la primera cuota de esa ovación que pidió Diego. Para consolidar el vínculo hay fecha y rival ideales: 5 de septiembre con Brasil.


Ocho. Pasa que para esa misma gente todavía es un ídolo lejano, hasta virtual, y eso lo provoca no haber jugado en clubes argentinos. Le sacan fotos, lo admiran antes de mirarlo, le sacan más fotos y los ojos se abren como sólo se abren ante celebridades intocables. Tevez surge como la contracara perfecta.


Nueve. Para hacer más cinematográfica la comparación permanente con Maradona, Diego es su entrenador y quien le sirve la 10 en bandeja. Zurda, pegada, gambeta, velocidad, cambio de ritmo, jerarquía y definición son sus armas únicas, y que lo hermanan a Maradona. No emerge como un líder natural, aunque esa carencia la aplasta con su categoría. Le faltan el ángel maradoniano y una obviedad tan gigante como ganar un título del mundo. Pero recién durante el Mundial de Sudáfrica cumplirá 23 años.


Diez. Es Lionel Messi. El 10 del 10.

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